La banda londinense que marcó el inicio del movimiento britpop de
los años 90, se presentará en el Teatro de Verano el 4 de noviembre en
el tercer festival Primavera Cero. Es una de las giras más buscadas de
2013.
El año pasado, Londres regaló a sus ciudadanos un gran concierto en
Hyde Park la misma noche en que los Juegos Olímpicos terminaban. El acto
de cierre de ese evento fue Blur, que dio un recital cargado de éxitos
de sus siete discos de estudio, ante 80 mil personas. Los medios vieron
ese premio como algo no menor. Después de todo, sus músicos se reunieron
en 2009 para dar una pequeña serie de conciertos, en su mayoría igual
de masivos. Ver a Blur era en 2012 una rareza, ya que la banda de Damon
Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree no emprendió gira
mundial ni tampoco se puso a recorrer Inglaterra, a pesar del fervor
global que despertó su regreso en 2009.
Blur es esencial para la música pop británica contemporánea casi que desde su formación. Desde la edición del disco Modern life is rubbish
en 1993, en Inglaterra explotó una reactivación del rock británico como
oposición a la fiebre Nirvana estadounidense; un regreso a una variante
de pop rock a la británica, con formas muy tradicionales y referencias
casi obvias (The Kinks, David Bowie, The Beatles) cruzada con los
referentes de la última oleada del psicodélico Madchester (Happy
Mondays, The Stone Roses). Pero además Blur fue una de las bandas más
londinenses de esa década. Las escenas de sus canciones y muchos de sus
videos suceden allí, y su esencia mantiene esa ironía fina y el
desparpajo con la que muchos habitantes de esa ciudad se identificaron.
Hacia afuera hubo una explosión global del movimiento britpop, surgido a
través de esos recursos de los que se apropiaron muchas otras bandas y
que tuvo su punto máximo en las recordadas peleas por quién vendía más
discos con Oasis. Aún hoy, el britpop como género sigue generándole
buenas recaudaciones a la industria musical británica y es visto en
perspectiva como uno de los movimientos más importantes del rock mundial
de finales del siglo XX.
De ahí la importancia de la visita de Blur a Montevideo, en el marco
de una de las giras más solicitadas del año musical en lo que a pop y
rock refiere. Han sido cabeza de festivales multitudinarios y
prestigiosos como Coachella en Estados Unidos, o Primavera Sound en
España y están entre las bandas más reclamadas por los fanáticos del
circuito sudamericano.
Si los festivales son el marco habitual para el rock de estos
tiempos, Blur es este año la pieza a tener, a sabiendas de que no hay
garantías reales de que estos cuatro amigos londinenses, reconciliados
tras una desgastante separación en 2001, sigan tocando juntos en el
futuro cercano.
La visita de Blur para el 4 de noviembre fue confirmada a El Observador
por el productor Danilo Astori Sueiro. La banda local telonera será
Sonia y las entradas estarán a la venta el 15 de junio en locales de Red
UTS, con precios que rondarán los $ 1.300 y los $ 2.000. Habrá una
segunda fecha del festival con otro artista internacional a confirmar en
los próximos días.
Tras la biografía de Blur hay muchas canciones que pasan por géneros
dispares y a veces opuestos, como el noise y el pop más bailable y
radial. Todo de parte de una inquieta banda que siempre, con mayor o
menor éxito, intentó encontrarle la vuelta a su música más allá de las
zonas de confort y de esa guerra comercial en la que cayeron sin darse
demasiada cuenta y que le agregó picante a esa época musical.
De la Westway al mundo
Pop liviano, guitarrero e
ideal para radios FM. Baile con aire antiindustria. Experimentación con
influencias ruidosas de procedencia norteamericana. Arrogancia de culto
devorada por tabloides. Éxito y símbolo de la “cool britannia” que fue banda de sonido de la llegada del laborista Tony Blair, a ser Primer Ministro en las islas.
Todo eso sintetiza el corpus artístico y la identidad de Blur, una
banda cuyos integrantes viven hoy la cuarta década de su vida, entre
proyectos personales (incluso algunos por fuera de la música) y
esporádicos encuentros en forma de concierto. Esta gira marca la mayor
cantidad de tiempo que pasarán juntos como banda en muchos años.
La discografía permite elegir varios tipos de Blur. Para empezar, los
años noventa encuentran a sus músicos dentro de un estudio en el que
estos oriundos de la zona de Colchester se juntaban a probar sonidos
bajo el nombre Seymour. En ese entonces, Blur sonaba como algo crudo que
se movía entre ramalazos de baladas, ruido, punk y otros derivados
rockeros que rápidamente fue transformado en un producto sin forma pero
más radiable. Era 1991 y Leisure mostró a Blur como una especie de pastiche pop visitado por el típico baggy
(género inglés entre el rock, la psicodelia y el dance de moda en los
años ochenta que puso en el mapa a bandas como Stone Roses, Inspiral
Carpets y Happy Mondays) con otras referencias más propias del rock
británico. El mencionado Modern life is rubbish contaba con
precisión, ironía y una melancolía subyacente la Inglaterra de ese
entonces, una que defendían en oposición a lo estadounidense. Eso
duraría hasta Parklife (1994), el disco más popular en la historia de la banda.
Tras el apogeo, Blur comenzaría a gustar menos de las giras y más de
moverse a través de la sana inquietud de no dejar etiquetar su sonido. A
diferencia de Oasis, Blur siempre admitió diversas formas musicales en
su sonido; de ahí que en The Great Escape (1995, el año de “la
batalla del britpop” con Oasis) ya se le ven a la banda referencias
propias de personas que han salido al mundo y los trabajos Blur (1997) y 13
(1999) profundizan aún más en una identidad que sumó referencias como
Dinosaur Jr. o Pavement, dos bandas estadounidenses mucho más cerca del
culto que de la popularidad. El estilo Blur se hizo mucho más
indescifrable y menos previsible, y, a la vez, menos irónico y más
desangelado. Aquí, Blur se convierte en la banda de canciones furiosas
como Song 2 o la confesional balada Tender. Es también
la banda de sonido de la crisis dentro de la banda, podrán decir miles
de artículos, pero ante todo es la comprobación de que cuando una banda
trabaja de verdad libre de ataduras, los destinos de la música son
imprevisibles.
De ahí que la discografía de Blur, que se completa con Think Tank
(2003), cuando Graham Coxon deja la banda, termine pintando un
identikit musical mucho más difícil de encasillar en género alguno.
Sin dejar de producir buenas canciones, Blur sobrevivió varios años a
las diferencias de criterios de sus integrantes, que en un momento se
hicieron personales y amplificadas.
La separación llevó a Albarn a otros famosos proyectos como la banda
de dibujos animados Gorillaz, con la que profundizó incluso con
influencias africanas, y Coxon apoyó en su guitarra una prolífica
carrera solista. Rowntree se dedicó a la política y James, entre otras
cosas, a producir una marca propia de quesos.
Pasaron los años y los amigos volvieron a juntarse en una serie de emotivos conciertos retratada en el DVD Westway to the world,
que lleva el nombre de esa autopista bajo la cual comenzó todo. Ahora,
el nuevo capítulo del presente de Blur tiene una inesperada parada en
Montevideo.
Fuente: www.elobservador.com.uy
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