Fatto in casa, el 18 de junio reunión de maestros
Hugo Fattoruso decidió invitar a Jaime Roos y a Fito Páez a un
concierto en el Sodre. Los dos aceptaron y el resultado será Fatto in
casa, el 18 de junio.
Hugo Fattoruso es uno de los monstruos sagrados de la música
uruguaya. Formó parte de la mejor historia del rock, del jazz y del
candombe nacional. Fue, desde la década de 1960, un pionero y
revolucionario, siempre a la vanguardia.
Miembro de una familia
de músicos, Fattoruso empezó a actuar profesionalmente a los 12 años, en
1956. Fue acordeonista y pianista en el Trío Fattoruso, junto a su
padre Antonio y a su hermano Osvaldo. Una década más tarde, con Los
Shakers, demostró que se podía hacer rock and roll en el Río de la
Plata. Con el mítico grupo Opa, mostró el camino de la fusión del rock,
el jazz y los ritmos latinos, con un nivel de calidad que muchos siguen
añorando medio siglo después.
Fattoruso vivió en Estados Unidos y
en Brasil, y desde hace un cuarto de siglo va a Japón, prácticamente
todos los años. Junto al japonés Yahiro Tomohiro formó el dúo Dos
Orientales y tocan en las antípodas, Uruguay y Japón, y también en unos
cuantos países que están en el camino.
La relación de Fattoruso
con la música ha tenido que ver siempre con la amistad, y ese es su
mayor orgullo: “A mí, me abren las puertas en todos lados, como amigo.
Me tratan con cariño. Eso ya es el premio mayor”.
La discografía
de Hugo Fattoruso es una lista eterna, y la nómina de los grandes
artistas con los que compartió escenario también. Baste mencionar a
Eduardo Mateo, Rubén Rada y JaimeRoos, en Uruguay; y a Chico Buarque,
Milton Nascimento, Djavan, Fito Páez, Adriana Varela, Ron Carter, María
Betanha y Hermeto Pascoal, en el mundo.
El músico cumple este mes
70 años y el aniversario lo encuentra muy ocupado, preparando una gira
por Asia y Europa, y este concierto en el Sodre, junto a Fito Páez y
Jaime Roos, del cual se grabará un DVD, con temas inéditos y versiones
nuevas de canciones clásicas.
Típico
“Es bien característico de las cosas que me gusta presentar, con una
cantidad de invitados. Dos de ellos son muy particulares. Pero en mis
espectáculos, a mí me gusta presentar diferentes formaciones, gente que
va entrando, va tocando, va saliendo, porque me gusta ir cambiando la
sonoridad del recital. Entonces yo toco solo, temas instrumentales,
temas cantados y van entrando diferentes amigos a tocar diferentes
versiones”, adelanta Fattoruso. Entre otros, lo van a acompañar Albana
Barrocas, Rey Tambor, y un coro femenino formado por Norma Galfetti,
Gabriela Gómez, Ana Laura Romano y Ángela Alves.
“Hay estrenos y
hay temas que no son estrenos, pero que nunca fueron grabados, además de
que las versiones son totalmente particulares. Por ejemplo, en el caso
de Jaime, ejecuta temas que hace tiempo que no realiza en público, como
Carta a poste restante (lo hacemos en dúo) y Jaime entra en el final
como contrabajista, en el tema que cierra el recital Amarilla flor, que
hacemos con Fito. Invité a Nico Arnicho, también. Esperemos que pueda
tocar un par de temas conmigo”.
Fattoruso recibe en una casa de
La Comercial, con techo alto y claraboya, cuya luz blanca ilumina el
piano y una partitura de un tema con música suya y letra de Fito Páez,
que estudia para el recital. El músico no puede evitar comunicar su
preocupación por el hecho de que Fito Páez llega el propio día del
concierto. Teme que por alguna razón se complique el vuelo; preferiría
que Páez viniera un día antes. Pide un cigarrillo para calmar la
ansiedad y aclara que es uno de los últimos que se va a fumar, porque ya
tiene que empezar una especie de concentración previa al recital.
Le
pregunto si es obsesivo y me dice inmediatamente que sí, aunque aclara
enseguida que tiene mucha paciencia con los músicos y que no es de decir
‘vamos de vuelta’ treinta veces. “Pero en el estudio sí, soy obsesivo”.
Hablamos
de Uruguay, cuya bandera está en la puerta de calle de la casa.
Fattoruso dice, categórico, “yo soy de acá”, como una fatalidad. Pronto
comienza a enumerar una serie de defectos capitales de la identidad
nacional, en especial la condición de “mugrientos” de los orientales del
Uruguay.
Sin embargo admite que sintió todo el orgullo que es
dable sentir cuando tocó el acordeón en la versión del himno nacional
que se hizo previo al partido Uruguay-Costa Rica, en el Centenario,
cuando Uruguay se clasificó para el Mundial de Sudáfrica. “Tenía un
julepe bárbaro. Miedo de errarle en ese momento. Las notas están una al
lado de la otra”, explica, y adquiere un aspecto infantil, probablemente
inducido por el temor de fallar a la patria.
Fattoruso parece no
contentarse con ser un músico, sino que también es un militante de la
música –de la buena música– como si fuera una causa: “Fa, ojalá lo
fuera. Yo me considero un artesano. No sé si soy militante ni si es
buena música”, desestima.
Hay tantos músicos con los que tocó que
no acierta a nombrar alguno con el que le hubiera gustado compartir
escenario y esa posibilidad no se dio. Hay que insistir para que diga un
nombre: “Ray Charles. Me hubiera encantado”.
Sobre la escena musical
uruguaya actual, Fattoruso dice que “siempre hay muy buenos músicos”
pero extraña aquella actitud transgresora que había unas décadas atrás.
“No veo músicos que estén tan preocupados por innovar”.
En cuanto
a sí mismo, se sigue identificando con un tipo “atrevido” en sus
propuestas, en su forma de encarar la música: “Soy muy caradura pero
también soy zorro. Me sé adaptar”.
Es conocida su falta de
paciencia, su desdén por los contratos y todo el aspecto legal de la
música y los derechos del músico, lo cual le ha dado unos cuantos
dolores de cabeza, desde Los Shakers hasta hace muy poco. Una melodía
que él asegura que es suya, la de Samba de Janeiro, se divulgó como una
de las que serán usadas en la promocion del Mundial de 2014, en Brasil.
“Soy
un desastre. Confío en la persona. Cuando me entusiasmo con algo, digo:
¿dónde hay que firmar? O me olvido de firmar cuando debería hacerlo. Me
sigue pasando. Confío”, explica, con el tono de quien lo seguirá
haciendo de esa manera, como si fuera un rasgo inevitable de su
carácter.
Suerte con ayuda
El nombre de Hugo Fattoruso es ineludible como protagonista de buena
parte de lo mejor que se ha creado en Uruguay y supo estar atento a lo
que sonaba en otras partes. Fattoruso se siente un privilegiado por eso,
por la familia de la que proviene, por el tiempo que le tocó vivir y
por los músicos que conoció y conoce. Pero advierte: “Tuve mucha suerte
pero siempre puse todo. Metí como loco”.
También debió trabajar
en oficios ajenos a su vocación y hacer música que no le decía nada
desde el punto de vista del arte. “En Estados Unidos tuve que hacer
mucha cosa, pero siempre hice lo mío muy bien hecho, aunque no fuera lo
mío”.
Ahora, pisando los 70 años, habla con enorme entusiasmo de las
cosas que está haciendo, del concierto que hará con Fito y con Jaime y
con tantos otros amigos (si no aparecen las cenizas de un volcán que aún
preocupan a Fattoruso, o una huelga de controladores aéreos o una
simple tormenta que le impida al músico argentino llegar a Montevideo).
Seguramente
esas calamidades posibles no se presentarán y el concierto va a estar a
la altura de las expectativas de tantos fans de la buena música. Y la
productora del espectáculo, la periodista Alejandra Volpi, ya tiene en
mente una locura similar: que Fattoruso invite a Chico Buarque y Rubén
Rada a hacer otro concierto y dvd.
Por ahora lo que hay es
bastante. El show “Fatto in casa, Hugo Fattoruso invita a Fito Páez y
Jaime Roos”, va en el Auditorio Adela Reta del Sodre, el 18 de junio a
la hora 21.
No hay comentarios:
Publicar un comentario